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jueves, 11 de noviembre de 2010

Historia de la Cofradia de Nuestra Señora del Rosario(II)

El 30 de julio de 1765, el Papa Clemente XIII concede una nueva Bula a la cofradía. Entre otras cosas se decreta en “la puerta y llanete de Santo Domingo no pueda haber más rifas que las que se hagan para Ntra. Sra. del Rosario”.
El día 6 de enero de 1767 se nombra hermano mayor a D. Lorenzo Fernández del Rivero, presbítero. D. Josef Ruiz Conejo seguirá de tesorero y se nombra coadjuntores mayores a D. Antonio Alcalá Galiano y a D. Andrés Fernández del Rivero.
Esta Junta Directiva llevará a cabo el traslado de la Virgen a la Capilla de San Juan de Letrán, donde actualmente se situa la capilla del Sagrario y donde se entroniza Nuestra Señora del Rosario.
El primer recibo con los gastos de esta capilla es del 22 de mayo de 1768, en que se abonan 218 reales del “costo de algunos días de obra que se está ejecutando en la capilla de San Juan de Letrán para colocar la Imagen de María Santísima”.
Las obras no se terminaron hasta 1784, pero la imagen de la Virgen se traslado a la capilla en 1781.
En 1783 y 1784 hay varias partidas de reales para pagar “el dorado del retablo, de las pechinas y del florón”. La obra de la capilla se atribuye al grupo del prieguense Francisco Javier Pedrajas. Destacan las pechinas, de estilo rococó, talladas en madera, que representan a Santo Domingo, San Francisco, San Rafael y un Ángel no identificado. Son tal vez, obra del propio Pedrajas, que poco después haría la sillería del coro de la Asunción.
El día 31 de Agosto de 1787, D. Joaquín Ivero y Dª Josefa Ibarnes regalaron a la Virgen un rosario de cuentas e hilo de oro, que pesó tres onzas y siete adarmes. En la escritura, ante Manuel de Heredia y Dávila, declaran que en caso de venderse algún día, su importe debería entregarse a la Virgen de la Sierra, cosa que no fue cumplida, pues todas las joyas de la Virgen del Rosario, la vendió don Miguel, el anterior Párroco de Santo Domingo, para sufragar los gastos del derrumbe de los techos de la Parroquia y no hay constancia de que se le entregase nada a la Virgen de la Sierra.
La cofradía tiene un cáliz de plata repujada, sobredorado, con la siguiente inscripción: “Este cáliz es de Nuestra Señora del Rosario. Se hizo siendo hermano mayor Don Lorenzo Fernández del Rivero, presbítero y beneficiario de Iznájar. Año 1795”. De esta misma época son cuatro de los seis candeleros de plata grandes. En ellos se puede leer: “De la hermandad de María Santísima del Rosario”. Los otros dos candelabros y la cruz de altar de plata se hicieron en el año 1858, de acuerdo con el modelo de los otros cuatro existentes.
En el viso del Sagrario aparece la siguiente leyenda: “Este viso de la cofradía de Nuestra Señora del Rosario se hizo siendo hermano mayor Don Lorenzo Fernández del Rivero. Año 1800”. Ninguna de estas piezas tiene punzón ni aparecen recibos de su pago en las cuentas de esos años, por lo que deben ser donaciones de devotos o tal vez del propio Hermano Mayor.
En el inventario de 1820 se dice que D. Lorenzo Fernández del Rivero había donado a la cofradía una fuente redonda de plata para pedir limosnas.
El día 19 de enero de 1803 muere D. Lorenzo Fernández del Rivero, que había sido hermano mayor de la cofradía durante treinta y seis años.
En el Cabildo del 8 de septiembre de 1803 se recibe a los nuevos hermanos de número, entre los que se encuentra el Corregidor local Don Melchor Gómez de Zelaya.
En este Cabildo se confirma el itinerario de la procesión del día de la Virgen, que sería el siguiente: Calle Priego, Cuesta del Bachiller León, Plaza Vieja, San Martín, Buitrago y Concepción.
En las cuentas de ese año, en el apunto número once se lee: “It son más data quinientos sesenta y cuatro reales de vellón que expresa el dicho tesorero haber pagado por la Imagen nueva de Nuestra Señora del Rosario en la forma siguiente: los trescientos sesenta reales al R.P Fray Sebastián Caballero, Prior en el convento de Predicadores de Antequera y doscientos cuatro reales del porte de dicha Imagen”.
Como puede verse por estos datos, el precio pagado fue muy bajo, casi simbólico, a menos que se compensase con algo más. A partir de ese momento se pierden las noticias de la primitiva imagen, “La dorada”, la cofradía dispondrá de dos imágenes de vestir.
La cofradía va a vivir momentos difíciles en estos próximos años. El día 10 de octubre de 1806 el tesorero de la hermandad D. Francisco Mariscal presenta a D. José Carrillo, Subdelegado para la Enagenación de los Bienes de las Cofradías una relación de las donaciones que la Hermandad depositaba ante el Gobierno, con lo que se perdía una renta total anual de 3.773 reales y 23 maravedíes. Entre 1808 y 1813 se dicta una serie de decretos de secularización que obligan a ponerse en venta los bienes de las cofradías. Por Reales Ordenes del año 1808 salieron a pública subasta dos fincas de la cofradía: una de once fanegas de tierra calma en el llano de franco y otra de tres aranzadas y media de estacada nueva en el Pedroso.
En el Cabildo del 24 de enero de 1813 queda constancia del estado de ruina en que quedaba la cofradía al haberse vendido varias fincas de su propiedad. No faltaban apelativos duros a Napoleón y al que ellos llaman “Gobierno Intruso”.
En Junta Directiva del día seis de febrero se manifiesta, ante coadjuntor mayor Sr. Pulido, que habiendo sido requisadas por el enemigo las alhajas de la cofradía, y entre ellas el estandarte de plata, los cuatro cofrades presentes habían comprando el estandarte al Gobierno intruso.
Una vez pasado el peligro, habían acordado poner el estandarte a disposición de la cofradía para su uso en los actos y procesiones públicas, reservándose la propiedad para sí y sus descendientes. Los compradores habían sido D. Carlos Baltasar de Puertas, D. Vicente Gálvez, D. Antonio Valentín Baca y D. Rafael Narváez y Serrano.
En las cuentas del año 1814 aparece un recibo del platero de Córdoba D. Francisco de Luna y Gómez, por 675 reales, importe de una corona nueva de plata para la Virgen. A cuenta de ella se había entregado una corona vieja de plata, tasada en 335 reales.
En el año 1815 estrenó la Virgen un manto de glasé de plata, bordado en oro, el denominado manto de tisú, fue hecho en Cádiz por el maestro Marcos José de Sanvides. Costó 7500 reales y se pagó con lismosnas de los fieles y el importe de la venta de dos demandas de plata viejas.
Aunque la amenaza francesa ya ha desaparecido, la situación política aconseja que las joyas y mantos de la Virgen se guarden en un domicilio particular. La relación de pertenencias de la cofradía era todavía grande, a pesar de las incautaciones de principios del siglo XIX.
En el año 1823 la cofradía niega la propiedad del estandarte a D. Rafael Narváez, D. Carlos Baltasar de Puertas, D. Antonio Valentín Baca, y D. Vicente de Gálvez, el día 28 de mayo, acompañados del procurador sindico general del ayuntamiento, D. Antonio García López y el escribano D. Manuel del Pino y Sandoval, estos señores comparecen ante el alcalde primero constitucional D. Juan Fernández Texeiro y Lastres, que hace las veces de juez de primera instancia por enfermedad del titular. Declaran las circunstancias de su compra en 1811 y piden se abra un expediente sobre el caso. Los testigos declaran y confirman la veracidad de la compra. El día dos de Junio de 1823 el alcalde dicta un auto reconociendo a dichos señores la propiedad del estandarte. D. Francisco Pulido y Mora, que sigue al frente de la cofradía no acepta la sentencia y hace una anotación el 20 de enero de 1824 al margen del acta de 1813 con el siguiente texto: “ Esta Junta no es válida porque se fingió en tiempo de la maldita Constitución, con el fin de preservar el estandarte que se refiere, como lo solicitó su gobierno el llevárselo; y para que conste, lo declaro y firmo. Cabra y enero, 20, de 1824. Franº Pulido( rubricado)”.
No queda constancia de los Cabildos celebrados entre 1830 y 1846, pero si las cuentas de esos años.
En el año 1835 se ordena extinguir la Ordenes Religiosas. En el año 1821 ya habían sido desalojados los conventos de San Juan de Dios y de S. Francisco de Paula. En 1835 se entregaron las llaves al Ayuntamiento de los conventos de Capuchinos, Santo Domingo y San Juan de Dios. Al año siguiente se produciría la exclaustración de las monjas dominicas del convento de San Martín. Se procede a la subasta pública de las propiedades del clero regular y a la redención de censos de las comunidades religiosas. Son años de epidemias y de hambre. El ataque de cólera morbo de los años 1834 y 1835 produjo en Cabra 721 fallecimientos. Con todas estas circunstancias adversas las cofradía está a punto de desaparecer.
En 1841 la cofradía entabla un curioso pleito sobre el estandarte de plata. A la muerte de D. Rafael Narváez, a finales de 1839 se había nombrado hermano mayor a D. Antonio Valentín Baca. La Junta Directiva se presenta en la casa de Dª Josefa Narváez y Serrano, hermano y heredera del difunto hermano mayor, para hacerse cargo de varias pertenencias de la Cofradía, entre las que se encontraba el estandarte, notan que este está deteriorado y le faltan piedras, Doña Josefa, firma un documento en el que se obliga a devolverlo en perfectas condiciones, pasa el tiempo y no se repara el estandarte. Nos imaginamos que Dª Josefa habría esgrimido ante la cofradía su condición de heredera de su hermano, uno de los compradores del estandarte en 1811.
En este año de 1841, la cofradía tuvo un elevado déficit en las cuentas e hizo tasar un cáliz sobredorado de plata a fin de responder de la deuda. Lo tasó el 28 de noviembre el platero cordobés D. Juan Ramírez, que dijo pesaba 35 onzas y valía 875 reales, deposito el dinero el Hermano Mayor, quien devolvió el cáliz en el año siguiente de cobrar la deuda.
En esta situación de crisis, se realiza una reorganización de la cofradía, el día 25 de marzo de 1846 se nombra hermano mayor a D. José María Ruiz, cura teniente de la Iglesia Mayor.
El día diecisiete de mayo acuerda que el estandarte de plata asista a las procesiones generales de la Villa y que se concluyan las obras de la Capilla, se acuerda que se pinte y dore y que se redacte unos nuevos estatutos.
En Junta del 25 de octubre de ese año se acuerda que se reanuden las procesiones claustrales mensuales y que se tomen cuentas de las rifas realizadas para pagar la ampliación del camarín de la Virgen.
El día 28 de diciembre de 1848, Doña María Itulain de Sánchez Toscano regaló a la Virgen un “manto de raso de la China con galón de oro”.
En junta del veintiuno de marzo de 1852 se acuerda pedir limosnas para hacer una custodia de plata. Se encarga la custodia al patero cordobés D. Antonio Merino, se dice que la cofradía venia usando una custodia de metal prestada que era muy pequeña.
En junta directiva de día diecinueve de diciembre de ese año, D. Antonio Valentín Baca cede cuatro ángeles lampareros a la capilla, pero se reserva la propiedad “ en caso de que alguna Autoridad se quisiere disponer… para trasladarlos a su arbitrio o otra iglesia o capilla”.
El día 6 de junio de 1856 la Virgen estrenó un manto de terciopelo azul bordado en oro, que había sido costeado por D. Antonio Valentín Baca, con ese motivo se celebró una procesión solemne con asistencia de imágenes de otras cofradías.
En ese mismo año de 1856 la cofradía contribuyó a la reparación del órgano de la Iglesia.
En la junta del día trece de septiembre de 1857 se dio cuenta de la donación por Dª Gregoria Merino, vecina de Priego, de “un cuadro de lienzo cuya imagen pintada representa al Salvador del Mundo, con marco dorado”. Se añade que Dª Josefa Carrillo, condesa de Gracia Real, había donado a la Virgen una corona de plata con una cruz dorada de cuentas azules.
El día seis de septiembre de 1859 se celebra junta por la muerte de D. Antonio Valentín Baca, cuyo testamento había ciertas donaciones a la cofradía. Se puede decir que a la muerte del Hermano Mayor, la cofradía empezó en cierto declive, ya que el citado había llenado más de medio siglo a la cofradía, primero como carpintero, después con importantes donaciones.
El 25 de enero de 1863 se decide encargar 12 faroles pequeños, iguales a los que posee la hermandad de Nuestra Señora de la Aurora, para que los lleven los niños.
En el año 1867 se encargan unos cetros de plata para la Virgen y el Niño, ya que los anteriores habían sido robados en el camarín.
Las cuentas del año 1884 están divididas en dos partes, las anteriores al trece de septiembre se hacen en reales, a partir de esa fecha se hacen en pesetas.
El día seis de septiembre de 1890 la cofradía recibe una petición para que a fin de darle más solemnidad, el estandarte y la cofradía asistan al Rosario y procesión de Nuestra Señora de la Sierra.
Por fallecimiento del Hermano Mayor, en una Junta Extraordinaria del día 4 de septiembre de 1913, se nombra para dicho cargo a D. Pedro Pedrosa García, coadjuntor de la Parroquia de Santo Domingo.
El último acta que hay reflejada en el libro de Cabildos es la del día quince de septiembre de 1929, en cuyo cabildo se organiza la fiesta de la Virgen y se acuerda que el Sermón de la Misa esté a cargo del párroco D. Antonio Povedano Roldán.
D. Pedro Pedrosa presenta las cuentas de los años 1932, 1933 y 1934. Entre 1931 y 1949, un grupo de señoras bajo la capellanía de D. Antonio Povedano se encarga de los destinos de la cofradía. El libro de Cuentas de esta última época llega hasta 1949.
Entre los años 1954 y 1955, durante la gran reforma de la parroquia, la Capilla del Rosario fue retocada ligeramente, así como la portada que había en la capilla de la Virgen de la Cabeza.
Con este motivo se llevó a cabo un tímido intento de reanudar las actividades de la cofradía. Durante el mes de octubre de ese año se realizaron diversos actos religiosos en la capilla. Los sábados y domingos se volvieron a entonar los cánticos de capilla.
Los sábados y domingos se volvieron a entonar los cánticos de campanilleros, que tanta raigambre tienen en nuestra ciudad. Pero esta iniciativa no cuajó.
El reto sigue en el aire, creemos que una tradición egabrense de más de cuatro siglos no debe perderse, pues aún cuando la devoción al Rosario, se remonta al siglo XIII, por influencia directa de Santo Domingo de Guzmán, no hay pruebas de que el culto a la Virgen del Rosario se iniciara en Cabra con anterioridad.
Es lógico pensar que fueran los frailes dominicos quienes introdujeran esta costumbre en Cabra en la segunda mitad del siglo XVI.
En todo caso la cofradía del Rosario ha sido una de las más fuertes de Cabra, tanto en el campo espiritual como en él material. No falta, sin embargo, quien haya querido ver en el hecho de que las plazas de hermano de número o costalero de la Virgen fuesen hereditarias un cierto aire elitista en la cofradía. Puede que así fuera en sus primeros tiempos, cuando una cuota de ingresos elevada podía suponer un obstáculo para parte de los posibles cofrades.
Cuando un hermano de número fallecía, su plaza podía adjudicarse a un hermano de los que estaban en expectativa, pero dentro ya de la cofradía, ahora bien, si un familiar directo del fallecido esgrimía su condición de tal, tenía preferencia para ocupar el puesto de costalero vacante. Pero en el año 1763, cuando se estableció la cuota única anual de cuatro reales para los varones y tres para las hembras, se eliminó cualquier tipo de limitación para ingresar en el colectivo de cofrades como hermano de pleno derecho.[Image]Manuel Chacón Chacón( resumen del magnífico artículo de la revista moaxaja, publicado por D. Antonio Moreno Hurtado.)

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